* Desecha todo temor. Nada puede dañarte aquí. Solo tú mismo. Haz aquello que temes y aprecia con orgullo esas victorias.
* Sé paciente. Los retrasos de Dios no son negativas. Espera. Mantente firme. Ten presente que tu tesoro siempre está cerca. Lo que siembres, bueno o malo, eso será lo que coseches.
* Cuando partas, todos dirán que tu legado fue dejar un mundo mejor que el que tú encontraste.
* Trabaja cada día como si fuera el primero, pero trata con ternura las vidas que tocas, como si todas debieran acabarse a medianoche. Ama a todos, incluso a los que te repudian; el odio es un lujo que no puedes permitirte.
* Enjuágate las lágrimas del fracaso, el infortunio. Pon a un lado tu onerosa carga y descansa hasta que tu corazón haya recuperado la calma.
* Aférrate a Dios con sencillez y recorre en silencio tu sendero hacia la eternidad, con caridad y con una sonrisa.
* Ama a tu familia y ten muy presente la ventura. Piensa con cuánto afán la buscarías si no la poseyeras.
* Aléjate de la compañía del quejumbroso y da más bien gracias por tus derrotas. No las sufrirías si no las necesitaras.
* Evita la fanfarronería. Si ves en ti algo que te hincha de orgullo, obsérvate de cerca y encontrarás materia más que suficiente para humillarte.
* Aprende siempre de los demás. El que se enseña a sí mismo, tiene por maestro a un necio.
* Aprende a vivir en una pobreza honrada si así debe ser, y ocúpate en cosas más importantes que en llevarte oro a la tumba.
* Concentra tu energía. Estar en todas partes es tanto como no estar en ninguna. Sé celoso de tu tiempo, porque es tu mayor tesoro.
* Aléjate de la muchedumbre y de su afán infructuoso de fama y oro.
* Nunca vuelvas la vista, una vez que hayas cerrado tu puerta al deplorable tumulto de la codicia y la ambición.
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